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“Todo se responde, pensaron con un siglo de intervalo Jai Singh y Baudelaire, desde el mirador de la más alta torre del observatorio el sultán debió buscar el sistema, la red cifrada que le diera las claves del contacto: como hubiera podido ignorar que el animal Tierra se asfixiaría en una lenta inmovilidad si no estuviera desde siempre en el pulmón de acero astral, la tracción sigilosa de la luna y del sol atrayendo y rechazando el pecho verde de las aguas.” – Julio Cortázar
Prosa del observatorio tiene la sorprendente cualidad de ser uno de los libros menos estudiados de Cortázar y, a la vez, uno de los que mejor representan su visión del mundo. Obra anfibia, hecha de las fotos tomadas por Cortázar en 1968 del observatorio de Jaipur, en la India, construido por el sultán Jai Singh en el siglo XVIII, y una serie de textos fechados en París y en Saignon en 1971. La asombrosa plasticidad con que se funden las prosas poéticas y las fotografías convierten al libro en una amalgama perfecta repleta de imágenes, relatos, reflexiones, hallazgos, expresividad, de modo que, más que acompañarse unas a otras, parecen interpelarse primero y fundirse después. Asomarse a esta obra tan erótica como filosófica, que se alimenta más del asombro que de lo lúdico, permite espiar un espacio donde conviven las águilas y las anguilas, Baudelaire y Nietzsche, la cinta de Moebius y ese instante previo al alba que Cortázar denomina la «noche pelirroja». Y experimentar, al mismo tiempo, ese punto trascendental y libre del lenguaje -más allá de lo verbal y lo visual- donde se rompen las fronteras entre Oriente y Occidente, entre el cielo y el océano, entre la ciencia y la poesía.
Julio Florencio Cortázar (Bruselas, Bélgica, 26 de agosto de 1914 – París, Francia, 12 de febrero de 1984). Hijo de un funcionario asignado a la embajada argentina en Bélgica, su nacimiento coincidió con el inicio de la Primera Guerra Mundial. En 1918, a los cuatro años de edad, Julio Cortázar se desplazó con los padres a Argentina, convertiendose en una de la grandes figuras del «boom» de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Los relatos breves de Cortázar se apartaron sin embargo de la alegoría metafísica para indagar en las facetas inquietantes y enigmáticas de lo cotidiano, en una búsqueda de la autenticidad y del sentido profundo de lo real que halló siempre lejos del encorsetamiento de las creencias, patrones y rutinas establecidas. Su afán renovador se manifiesta sobre todo en el estilo y en la subversión de los géneros que se verifica en muchos de sus libros.
Prosa del observatorio ha il pregio sorprendente di essere uno dei libri meno studiati di Cortazar e allo stesso tempo uno di quelli che meglio rappresentano la sua visione del mondo. Opera anfibia, creata con le foto fatte da Cortazar nel 1968 dell’osservatorio di Jaipur, in India, costruito dal sultano Jai Singh nel XVIII secolo e una serie di testi datati a Parigi e a Saignon nel 1971. La stupefacente plasticità con cui si fondono la prosa poetica e le fotografie rendono questo libro una fusione perfetta di immagini, racconti, riflessioni, ritrovamenti, espressività, di modo che, più che accompagnarsi l’una all’altra, semprano prima interpellarsi e poi abbracciarsi. Affacciarsi su quest’opera tanto erotica quanto filosofica, che si alimenta più della meraviglia che del gioco, permette di spiare uno spazio in cui convivono le aquile e le anguille, Baudelaire e Nietzsche, il nastro di Mobius e quel momento prima dell’alba che Cortázar chiama la “noche pelirroja”. E sperimentare, allo stesso tempo, quel punto trascendentale e libero del linguaggio – oltre il verbale e il visuale – in cui si infrangono le frontiere tra Oriente e Occidente, tra cielo e oceano, tra scienza e poesia.
Julio Florencio Cortázar (Bruxelles, Belgio, 26 agosto 1914 – Parigi, Francia, 12 febbraio 1984). Figlio di un funzionario dell’ambasciata argentina in Belgio, la sua nascita coincise con l’inizio della prima guerra mondiale. Nel 1918, all’età di quattro anni, Julio si trasferì con i genitori in argentina, diventando uno dei maggiori esponenti della letteratura latinoamericana del XX secolo. I suoi racconti brevi prendono senza dubbio le distanze dall’allegoria metafisica per indagare le sfaccettature inquietanti ed enigmatiche del quotidiano, alla ricerca dell’autenticità e del semnso profondo della realtà, che da sempre si trova lontano dalla rigidità delle convizioni e delle abitudidini preconfezionate. Il suo intento rinnovatore si manifesta soprattutto nello stile e nel ribaltamento dei generi che si verifica in molti suoi libri.
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